La escuela ha muerto
Por un lado veo a un
buen grupo de alumnos de la facultad de Derecho de la UCO que protestan porque
no tienen profesores y pierden clases de hasta 12 asignaturas[1]. Y no
sé por qué protestan si, total, a la Escuela le quedan cuatro días de vigencia.
Digo esto,
porque, por otro lado, veo a nuestra Delegada de Educación en Córdoba, doña
Esther Ruiz, posando tan ufana y sonriente ante la portada del documento que
presenta, hoy, miércoles 02.03.2016, para hacer publicidad y dar explicaciones
de qué han de hacer aquellos que aspiren a que su hijo no vaya a la escuela,
pues no se trata de escolarizar (sí con “s”) a nuestros pequeños, sino de dejarlos
fuera; es decir, de su excolarización.
Voy a mirar
el diccionario antes de seguir. Aquí está: ex 1. Prep. que, antepuesta a nombres de personas, de sus cargos o
cualidades denota que los tuvo y ya no los tiene la persona de quien se habla”.
Nuestra
Delegada provincial ya ha conseguido lo que pretendían aquellos de “La Escuela ha muerto” (Everett Reimer):
“Mi abuela quiso que yo tuviera una
educación, por eso, no me mandó a la escuela”[2].
Con su excolarización
ya no veremos más a los niños llorando el primer día de clase pues no tendrán
que separarse de su mamá; los alumnos no tendrán que soportar a los maestros
empeñados en transmitirle los saberes y las normas de la comunidad en que
viven; se acabó gastar tanto dinero en mantener escuelas/fábricas de fracasados
escolares y pagar a tantos maestros/funcionarios que no consiguen que los
alumnos aprueben en un gran porcentaje. Se acabó esa escuela que solo quiere
que se mantengan los esquemas de producción que interesan a los poderes
fácticos.
La Escuela ha muerto, RIP. Rezaremos un
responso por ella todos los Día de difuntos de nuestra vida.
A partir de
ahora educarán los padres y el grupo social; la “pandilla” con sus botellones y
la discoteca con sus ruidos de incomunicación; las iglesias con sus catequesis
esotéricas, los políticos con sus soflamas y sus promesas para no cumplirlas;
las telecincos con sus programas informativos de lo que les sucede a la vecina
del quinto o sus telesotras denunciando sistemáticamente lo malos que son los
unos como si no existieran los otros; las radios y sus sempiternos programas de
fútbol; las redes sociales y su mundo virtual para que el niño ni juegue ni se
comunique, sólo chatee, no vaya a ser que se contamine, y la calle, simplemente,
para que el alumno no se aísle de su entorno y la ciudad que, a partir de
ahora, aunará en su espacio los valores de educación, formación integral de las
personas, democracia y participación activa de las personas en la vida pública.
¡Qué maravilla¡ ¡Cuánto me gustará vivir en esa ciudad que me hará capaz de
expresarme, afirmarme y desarrollar todo mi potencial humano¡ ¡Qué maravilla, por
Dios¡
A partir de
ahora, aprenderemos fuera de las “(j)aulas”; o sea del entorno y de nuestra relación con él en vez de
recibir doctrinas y memorizar datos y cifras que nos alienan antes que cultivar lo específicamente humano que
nos permite apropiarnos de nosotros mismos.
La desescolarización ha llegado, ¡Viva la ex
(con x)colarización.
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